May 29, 2025

Nunciatura: Diario de una residente enamorada

No sé en qué momento exacto empecé a caminar más lento. Tal vez fue cuando me mudé a Nunciatura y descubrí que, curiosamente, el ritmo baja justo en el centro de la ciudad. Aquí, la vida no se corre, se camina. Y eso, rodeado de parques, cafés y fachadas elegantes— se siente no solo natural, sino necesario.

Mis mañanas comienzan con el ritual de cruzar la calle en dirección a Pots & Bowls. A tres minutos de casa, y tan cerca que me mejora el ánimo solo con pensarlo. Me sé el menú de memoria, pero igual pregunto qué hay de nuevo. Hay algo deliciosamente adulto en tener un restaurante saludable como favorito... pero aún más adulto saber que a la vuelta me queda Furca, si me canso de tantos “greens”. Porque si uno va a pecar, que sea cerca de casa.

Caminar por Nunciatura es como moverse por una burbuja donde San José se viste de internacional, pero sin perder acento. A cuatro cuadras puedo encontrar comida italiana, comida de la india, cocina creativa y repostería francesa casi como en Saint-Germain. Y no estoy exagerando.

Pero no es solo la gastronomía. Hay algo en la combinación de parques y arquitectura, de embajadas y cafés, de familias empujando coches de bebés y jubilados leyendo en bancas públicas... que hace que Nunciatura se sienta más como un distrito diplomático de otra ciudad.

Y luego está eso que no se ve en los folletos: el susurro de la brisa que baja desde La Sabana, los caminos sombreados del parque del Café, o el eco de risas que se escapa entre los árboles del parque del Perú. Es un soundtrack urbano que me hace sentir parte de una película independiente.

¿Y sabés qué tiene esta zona que otras no? Cercanía. A todo. Supermercados, colegios, panaderías, el aeropuerto, la pista a la playa. Lo cual me hace pensar que tal vez Nunciatura no es tanto una burbuja como una cápsula del tiempo: una en la que todavía se puede vivir caminando, viendo a los ojos a los vecinos, saludando al barista por su nombre.

Cuando cae la tarde, y el cielo se tiñe de oro sobre el Parque del Perú, a veces me pregunto si realmente escogí este lugar… o si este lugar me escogió a mí. Lo cierto es que, en una ciudad donde todo se mueve demasiado rápido, encontrar un barrio que te invite a detenerte es, tal vez, el verdadero lujo.

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